Los niños, los borrachos y los viejos siempre dicen la verdad
- María Carolina
- 1 mar 2016
- 2 Min. de lectura
Amable lector:
Se preguntará por qué agrego lo último a este dicho, y le contesto que POR REMORDIMIENTO.
Cuando mi papá era un anciano y estaba enfermito, me tocó tenerlo en mi casa y por necesidad lo encargaba con una vecina porque yo no podía faltar a mi trabajo.
Luego una tía hermana de mi papá, por un sueldo semanal me lo cuidó y me sentí con más confianza.
De repente mi tía aparecía llevando a dos nietas de 13 y 15 años, y estando yo se portaban bien, pero al volver de mi trabajo mi papá me decía: “Hija, tenga cuidado con esas niñas, porque usted se va y le esculcan todo”. Y yo pensaba: “¡Pobrecito de mi padre; se imagina cosas!”.
Y me decía: “Hija, vino Rafa y por la ventana me dejó $500 y los metí a mi cartera, y en la tarde me dormí y cuando desperté ya no estaba el billete”.
Rafa es mi hermano y trabaja de chofer, y yo tenía meses sin verlo y pensé también: “Mi papá ya delira y piensa en ver a mi hermano y que le da dinero”.
Aún con medicinas y alimento, mi papá se ponía más delgadito y enfermo, y me volvió a decir que esas niñas esculcaban y que Rafa le había llevado nuevamente dinero y que al despertar de su sueño los billetes desaparecían.
Yo sinceramente pensaba que él ya desvariaba y confundía las cosas. Hacía meses que mi sobrina me pidió le cuidara unas cajas de adornos de cerámica que vendía. Pero como tuvo que irse a otro estado por un tiempo, se guardaron en mi casa.
Mi padre se agravó y llamé a mis hermanos y cuando llegaron todavía estuvieron un rato con él y de madrugada falleció.
Ahí fue cuando me dijo Rafa: “Manita, no pude venir a ayudarte con mi papá, pero llegaba de carrera y por la orilla de la ventana le dejé como tres veces $500 para que le compraras lo que necesitaba”.
Cuando llegó mi sobrina le pedí que revisara sus cajas y le faltaba mucha mercancía. Fue entonces que me solté llorando y me culpé por no creerle a mi papá cuando debí hacerlo.
Le di las gracias a mi tía y le dije que no volviera a llevar a sus nietas que tenían tan malas mañas, y por le expresión que hizo sé que lo sabía.
Aún recuerdo y lloro el no haberle creído a mi papá. Era yo la indicada, porque él estaba conmigo y pienso lo desamparado que se sintió cuando él esperaba todo de mí.
Yo quiero decirles que aunque tengan 100 años o más, nuestros padres nos merecen toda la FE, EL AMOR Y RESPETO que podamos darles. Para luego no tener sentimientos de culpa.
Enero de 2016