Olivia
- María Carolina
- 6 jul 2017
- 2 Min. de lectura

Estimado lector, esta carta la hice basándome en una historia que vi muy de cerca aproximadamente en el 2004.
Olivia,
Recibí tu carta en la que me preguntas por Mario y tus hijos, y te contesto lo siguiente:
Mario, al día siguiente que te fuiste, no dejaba de verse las manos y secarse las lágrimas como si quisiera decirse con eso que no había bastado todo su sacrificio y cansancio para tratar de darte lo mejor, porque a ti poco te habían importado él y tus hijos, y te fuiste con el primero que te ofreció una vida mejor.
No fue fácil comenzar de nuevo. Todos los vecinos tratamos de apoyarlo ayudando con los niños, limpiando sus cuartitos, recogiendo a los niños en la escuela, etcétera. Y así pasaron unos calendarios más, y Mario y los niños volvieron a sonreír. La vida cambió más cuando aquella dulce maestra de escuela llegó a la vecindad; fue compañía para Mario, y amparo para los pequeños que estaban hambrientos de cariños y atenciones.
Un día los sorprendimos mirándose con tanto amor, que deseábamos nos compartieran un poco. La sinceridad se podía sentir y la felicidad llenaba cada rincón de aquellas casitas.
Hoy hace tres meses se casaron. Ella, la maestra, trabaja en la escuela del barrio. Se levanta muy temprano y los atiende y los arregla, y a los más pequeños se los lleva a la escuela; y la mayorcita va a Secundaria y Mario la lleva. Mario ya tiene su taller mecánico. Su vida ha mejorado mucho, pero algo nos entristece, pronto se irán de la vecindad porque ya engancharon una casita por la Fuente del Pensador.
Y créeme, los niños son felices. Se les ve en su manera de actuar, en su carita y en el amor que juntos comparten.
En cuanto a tener un acercamiento con ellos, sólo Mario podrá decidirlo, porque para él sus hijos son lo más importante. Y ahora más porque será padre de nuevo, y sólo puedo decirte que hoy le comento de tu carta y tu deseo, y te enviaré una respuesta pronto.
Y sobre lo que me informas de no ser feliz y no poder ser madre otra vez, te digo sinceramente que lo lamento, ¡pero tú tenías todo y no lo valoraste!
¡Cuídate!
María Carolina
Diciembre 2010