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Ocaso de la vida

  • María Genoveva MEZA MARTÍNEZ
  • 7 abr 2018
  • 1 Min. de lectura

Llegó la senectud y no me entiendo.

Llegó a mi madre, ¿en qué momento?

No supe de verdad en realidad cuándo.

Y no sé, si eso me pone triste o contento.

Nada es igual, admito que todo ha cambiado.

Era su caminar erguido; ahora es gacho y lento.

Su actividad diaria, ya mucho ha mermado.

El tema debo abordarlo con ella, pero con tiento.

No quiero herirle, a ella se lo he platicado.

Mis observaciones del cambio le comento.

Temo la intención haya malinterpretado.

Por eso a veces, es que siento descontento.

Feliz de que Dios me la preste por más tiempo.

Sólo que a su edad, la salud va en decremento.

Y eso me entristece, que hasta en llanto rompo.

A eso me refiero, si digo que no sé cómo me siento.

Soy muy feliz de tenerle, y me siento bendecido.

Yo disfruto a mi madre con edad de más de ochenta.

Que conversa lento, pero con pensamiento lucido.

Y de su infancia y juventud alegre ella me cuenta.

Doy gracias de que mi madre esté conmigo.

Debo aceptar que su fuerza va en decadencia.

Y dar gracias porque hoy, aún cuenta conmigo,

porque me tiene a mí y a la Divina Providencia.

María Genoveva MEZA MARTÍNEZ

22 de noviembre de 2017.

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