En el rancho
- Oliverio RODRÍGUEZ HERRERA
- 10 ago 2019
- 2 Min. de lectura

He vivido varias veces de visita en un rancho. En mi niñez, pasamos mi hermana y yo algunos días con mi tía Conchita y mi tío Simón; ahí conocí a don Pancho. Nos platicaba de su padre revolucionario contra la tiranía de Díaz.
A la luz de una linterna, cerca de la bodega para algodón, nuestra imaginación volaba con las aventuras que nos contaba. Para llegar al rancho, viajábamos en una carreta del tío Simón por un camino pedregoso, y a veces pura tierra, cargados de alimentos y verduras.
Llegábamos con hambre, y acarreábamos leña para encender el fogón que calentaba el comal para los testales preparados a mano por mi querida tía. ¡Qué sabrosas las tortillas! les ponía su corazón, con frijolitos y chile verde molido en el molcajete.
Pasamos una semana o dos, pero en nuestra mente y corazón quedaron grabados los momentos felices de nuestra niñez los ruidos naturales mañaneros en aquel tiempo, de los animales domésticos, el relinchar de los caballos, el rebuznar de los burros y los ladridos del perro. Admiraba a los tíos viendo poniéndoles las monturas a los alazanes para salir al campo.
Por la pequeña ventana, qué hermoso el paisaje de los algodonales. La actividad de los jóvenes, cargando sus sacas para la pizca, entonando canciones de la época, y otros preparando el desayuno cerca de los surcos; se nos hacía agua la boca.
Presurosos nos levantábamos. Al llegar, el olor de las tortillas recién hechas en el comal por la buena tía concha.
Sentíamos el fresco mañanero, viendo salir el sol de entre los cerros cercanos, que nos proporcionaba un espectáculo maravilloso, después de contemplar en la noche ese cielo estrellado, limpio del actual smog.
Los tíos se sabían los nombres de las figuras que formaban las estrellas y los astros. Nos decían que la Vía Láctea se llamaba así porque parecían el conjunto de brillantes estrellas, una leche derramada en el cielo.
¡Qué bueno que recuerdo esas experiencias que la vida me permitió vivir!
Vivir con los bellos recuerdos, y eternizarlos describiéndolos, es para mí un placer.
Oliverio RODRÍGUEZ HERRERA
Matamoros Coahuila, junio 6 de 2014.